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Cuando le decimos a un niño: "no llores", "no pasa nada", "ya va a pasar", nuestro objetivo como adultos es hacer que el niño detenga su llanto. Nos resulta difícil acompañar ese momento, nos sentimos incómodos y queremos que pase rápidamente. En ocasiones, podemos llegar a "empatizar de más" (sobreempatizarmos) ya que nos contagiarnos de esa emoción o conectamos desde nuestro cerebro emocional (desde la amígdala, tenemos un secuestro emocional). Desde esta perspectiva, no podemos conectarnos de manera efectiva con nuestro hijo.
Entender y ponerse en los zapatos del niño, ver qué sucedió antes o qué necesidad real se esconde detrás de su llanto, ayuda al adulto a empatizar y brindar una respuesta asertiva y respetuosa para ambos. En muchas ocasiones, el efecto de frases como las mencionadas anteriormente tiene dos resultados: el llanto se intensifica, llevando a situaciones que nos desbordan tanto a nosotros como adultos, así como a nuestros hijos, o el llanto se oculta y saldrá más adelante en forma de comportamientos inadecuados.
Las lágrimas nos permiten mantener la homeostasis en nuestro cuerpo, por eso después de llorar nos sentimos aliviados y descargados. Podríamos decir que el llanto es una forma de comunicación que nos ayuda a sanar y equilibrar nuestro estado emocional.
El llanto es una forma de liberar una emoción ante una situación que nos ha causado ese sentimiento y nos permite tener una regulación del sistema nervioso.
Además, representa una gran oportunidad para enseñar a nuestros hijos a identificar cómo se siente esa emoción en su cuerpo y aprender a expresarla de manera saludable y respetuosa tanto para ellos como para los demás.
Debemos ver estos momentos como ventanas de oportunidad para atender a nuestro hijo, empatizar con su emoción, ayudarlo a transitarla y expresarla de manera adecuada.
No dejamos de sentir porque dejemos de llorar.
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En lugar de decir "deja de llorar", podemos ponerle nombre a esa emoción, describir lo que vemos y creemos que le sucede a nuestro hijo, ofrecerle un abrazo, una respiración calmada y una voz tranquila. A través de este comportamiento, promovemos la liberación de oxitocina en los niños, lo cual les permite volver a conectar con nosotros y sentirse amados y confiados. Tu calma será su calma.
Te comparto algunos datos estadísticos que seguramente serán de tu interés:
De acuerdo con una encuesta realizada por la Asociación Americana de Psicología, el 61% de los padres considera que el llanto de sus hijos es uno de los aspectos más estresantes de la crianza.
Según investigaciones llevadas a cabo por el psicólogo John Gottman, las reacciones de los padres ante el llanto de sus hijos pueden tener un impacto significativo en su desarrollo emocional. Los bebés cuyos padres responden de manera sensible y adecuada a su llanto tienen una mayor probabilidad de desarrollar habilidades de regulación emocional saludables a lo largo de su infancia.
Según una investigación publicada en la revista Developmental Psychology, los niños cuyos padres utilizan un enfoque de crianza más sensible y receptivo hacia el llanto y las emociones de sus hijos tienen un mejor desarrollo socioemocional a lo largo de la infancia y la adolescencia, mostrando una mayor capacidad de autorregulación y mejores relaciones interpersonales.
GUÍA A TU HIJO PARA QUE APRENDA A RESOLVER LOS RETOS COTIDIANOS, ESO ES PREPARARLO PARA LA VIDA
ELIANA PONCE ALVAREZ Coach y Psicopedagoga Especializada en Inteligencia Emocional y Familiar
eliana.ponce@reconociendote.com
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